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Alberto: orgullo chetumaleño en las Olimpiadas de Río de Janeiro

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Por Emmanuel Martínez

Todos los días Alberto Álvarez Muñoz se levanta con los primeros rayos del sol para comenzar un estricto régimen de entrenamiento: desde las 7 de la mañana hasta el mediodía se entrega por completo a la práctica de “Salto triple”, una de las competencias de atletismo que mayor técnica requiere. En las tardes el atleta se convierte en estudiante de la carrera de derecho. No le interesa salir en las noches a beber o fumar, sino en mentalizarse para mejorar en el ejercicio del día siguiente.

¿Valdrá la pena tanto sacrificio? Júzguelo usted: Alberto Álvarez es considerado el octavo mejor del mundo en su rama deportiva. Será el primer mexicano en representar a México en la categoría de Salto Triple en unas olimpiadas (Río de Janeiro). Y sí, es orgullosamente chetumaleño.

Claro que no todo fue miel sobre hojuelas para esta joven promesa del deporte. Tal como muchos atletas de la entidad, su principal obstáculo fue la falta de apoyo por parte de las autoridades. Su carrera fue costeada por sus padres hasta el momento en que logró hacerse de un nombre y atrajo la atención y el patrocinio nacional y hasta internacional.

Una estrella en ascenso

Chetumaleño de nacimiento, observar a Alberto provoca una extraña mezcla de percepciones. Con casi 1.90 de estatura y 80 kilogramos de peso, se reconoce enseguida que es un atleta. Su edad se calcula en 20, aunque la realidad es que ya tiene 25 años. Su forma de hablar es pausada, como si le diera el suficiente tiempo a las palabras para formarse en su boca, lo cual resulta irónico pues uno pensaría que un deportista de su magnitud se comportaría de manera más hiperactiva, demostrando con ello la gran disciplina que impera en el joven.

La humildad también destaca en él. De hecho, el encuentro de EstosDías con Alberto se realizó mientras el joven impartía unas pláticas motivacionales a alumnos del CBTis 214, en Chetumal, durante la cual el principal mensaje que ofrecía era que no se rindieran, que los sueños siempre conllevan un sacrificio, pero perseguirlos es lo único que vale la pena.

Cuenta que su pasión por el deporte le fue inculcada en el seno de su familia. Su padre, Ángel Álvarez Cervera, entrena atletas de alto rendimiento desde hace más de quince años, incluyendo a sus dos hijos mayores: Jade, quien fue campeona nacional en salto de longitud y Ángel, campeón en carrera de 110 metros con vallas.

Desde muy temprana edad Alberto destacó por su velocidad, por lo que terminó por integrarse a las prácticas atléticas de la familia Álvarez bajo la tutela de su padre. Sin embargo, con el pasar del tiempo terminó por interesarse por otro tipo de deporte, enfocado más al trabajo en equipo: el fútbol.

Y así fue como su adolescencia la pasó probando suerte en niveles semi y profesional del balompié. Pero a pesar de militar en diversos clubes de la entidad, los resultados no eran los que esperaba Alberto, por lo que el desánimo comenzó a apoderarse de él. En una ocasión, el entrenador del equipo de Playa del Carmen en el que jugaba le comentó que “su nivel no era suficiente para destacar en el deporte” y que lo mejor para él “era regresar a su nivel fayuca de Chetumal”.

Con el orgullo herido y entrando en la mayoría de edad, lo que Alberto no sabía es que el entrenador le estaba haciendo el más grande favor de su vida. Con maletas en mano, regresó a su ciudad natal para aceptar la invitación de su padre a integrarse a las prácticas de atletismo junto a sus hermanos.

“Siendo sinceros, al principio no sabía que es lo quería. Supongo que aún estaba desorientado y buscando un propósito. Estaba seguro de que el deporte era mi más grande pasión, pero no tenía fijado un camino a seguir”, dice.

Por consejo de su padre, comenzó a practicar la carrera de los 400 metros planos y el salto triple. Con el mayor de los entusiasmos se presentó en su primera competencia nacional en Sonora. Lo tenía todo: la preparación, las ganas, el empeño… Pero los resultados fueron desastrosos: quedó en los últimos lugares en la disciplina de los 400 metros.

En el salto triple tampoco obtuvo los resultados que él deseaba, pero si descubrió que poseía una enorme facilidad para esta categoría. Regresó a Chetumal y redobló el entrenamiento con su padre. Unos meses después empezaría a cosechar logros en competencias nacionales y hasta internacionales. Para el 2011 había pasado de ser el último lugar, a consolidarse como el número uno en México.

Atleta y estudiante

En sus primeros años en esta disciplina el único apoyo moral y económico con el que contaba Alberto provenía de sus padres y su familia. Tal como sucede con la gran mayoría de los atletas, el apoyo de las autoridades era prácticamente nulo. Ni siquiera contaba con instalaciones dignas para mejorar su nivel.

Pero cuando comenzó a destacar la historia fue diferente. Universidades de Estados Unidos le ofrecieron becas para entrenar y representarlos; pero el orgullo de Alberto por sus raíces mexicanas le hizo declinar tan generosa oferta. En su lugar decidió aceptar una beca en Monterrey, pues además de las excelentes condiciones para entrenar le permitían viajar seguido a su ciudad natal.

Claro que compaginar una carrera con un deporte de alto rendimiento no fue nada fácil. Alberto cuenta que incluso reprobó materias al tener que faltar a clase por presentarse en una competencia internacional.

“Reprobé porque nunca pedí un trato especial por ser atleta. Aunque en ocasiones algunos profesores me decían: -oye, te vi en las noticias, ganaste una medalla de oro para México en los Juegos Panamericanos; ¿Por qué no nos dijiste nada? Hubiéramos considerado tu caso… Y mi respuesta para ellos siempre fue que no tenía interés en terminar mi carrera de ese modo. Quiero lograrlo por mi esfuerzo, sin consideraciones. Me está costando más años de lo esperado; pero cuando llegue el día de mi graduación, sé que la satisfacción que sentiré no tendrá precio”, comenta el joven chetumaleño.

Claro que a pesar de tanta dedicación y esfuerzo, el miedo aún sigue presente en él.

“Antes de comenzar una justa me pongo nervioso. Pienso que no podré saltar lo suficiente para ganar; que me voy a lesionar una rodilla o desgarrar un músculo; que me equivocaré y tiraré por la borda todo el esfuerzo de un año. Que voy a fallar y perder el patrocinio que conseguí con tanto esfuerzo. Porque en el salto triple lo das todo en una sola oportunidad, y si no lo logras en ese único tiro, ya no hay una segunda oportunidad”.

“Pero entonces llega la calma. Todo se tranquiliza, nada existe más que yo y la pista de aceleración que me conduce al foso de caídas. Ya no me importa fallar, sino dar todo mi esfuerzo. Dejo de pensar en mis rivales, en los jueces, en el público, y me concentro sólo en superarme a mí mismo. Es entonces cuando venzo al miedo y alcanzo la gloria”, señala el atleta.

Rumbo a Río de Janeiro

El estricto régimen disciplinario que sigue Alberto le ha permitido consolidarse como uno de los mejores del mundo en salto triple. Esto le valió que desde el año pasado comenzara a recibir ofertas para aceptar el patrocinio de marcas internacionales.

Los últimos cuatro años han sido una práctica para él. Competencias nacionales e internacionales las ha superado con relativa facilidad. Su marca llega hasta casi los 16.90 metros, apenas un metro y medio detrás de la marca histórica impuesta en unos juegos olímpicos.

Y ésa es precisamente la meta de Alberto. Con su boleto asegurado para las justas de Río de Janeiro en agosto próximo, Alberto se convertirá en el primer mexicano en participar en la disciplina de Triple Salto en unas olimpiadas. También será el primer chetumaleño en competir en el máximo evento deportivo de la tierra.

Porque para según refiere el propio Alberto, su mayor orgullo es ser chetumaleño.

Tres son los principales rivales a vencer en Río: dos son de origen estadounidense y uno de procedencia china. Sin embargo, el mexicano tiene la seguridad de lograr el triunfo. Su trabajo lo respalda: en los últimos años ha mejorado considerablemente la longitud de sus saltos, y está seguro de alcanzar los 17.40 metros en el momento decisivo.

Hoy es considerado el octavo mejor del mundo. Pero después de Río, tal vez Chetumal figure en el mapa como la cuna del número uno en salto triple.

Alberto: orgullo chetumaleño en las Olimpiadas de Río de Janeiro

FUENTE: http://www.estosdias.com.mx/semanario/alberto-orgullo-chetumaleno-en-rio-de-janeiro/ vía @El semanario de Quintana Roo, portal de noticias del estado de Quintana Roo, Diario en línea y Revista